Los doce días de navidad (II)
What offering so sad! We must light the candles!
Cuando estaba en el CCH y tenía que pasar lista con Male por lo de la beca (ver entrada "Mi extraña amiga Yaya") normalmente lo hacía procurando ir en horarios poco concurridos pues cuando era cambio de hora la oficina se atascaba horriblemente y ese tipo de situaciones me ponen muy nerviosa.
Mi plan era bueno y bastante exitoso.
Casi siempre...
Un día de muertos los alumnos de PAEA pusimos una ofrenda relativamente grande dentro de la oficina.
Estaba muy bonita con mucho papel picado, muchas veladoras, muchas flores y una linda cajita de cerillos simbólicos.
SIMBÓLICOS.
La posición de las mesas en las que estaba puesta la ofrenda nos obligaba a hacer una fila para pasar lista sin tirar lo que tanto trabajo nos había costado acomodar.
Todos eramos muy felices haciéndo fila y echando el chisme en el mini-espacio que nos quedaba libre.
Un día que no había podido ir antes del cambio de hora llegué corriendo para evitar la "multitud"
eufórica que estaba a punto de llegar.
No sé por qué me entretuve platicando con Male y me senté sobre un escritorio pequeñito que
estaba en una esquina y cuando me dí cuenta ya no podía salir.
Pensé "Bueno, cuando se vayan me salgo y listo!" y me quedé ahí esperando a que se
despejara el espacio.
La fila avanzaba rápido y algunos compañeros se quedaban platicando, entre ellos una
chica rubia que siempre hacía cosas muy extrañas.
Ella estaba recargada a un lado de la ofrenda y creo que no había notado la caja de
cerillos por que cuando notó su existencia la agarró y le dijo a sus amigas
-Qué ofrenda tan triste! Hay que encender las velas!
-Sí!
Alguien le dijo a Male y ella advirtió a la rarita
-No prendas eso, se va a caer y moriremos quemados!
-No no se cae!
-Conste!
Ya lo veía venir, todos nos quedamos en silencio y parece que todo pasó en cámara lenta...
La chica abrió la caja de cerillos y prendio unas tres veladoras y no pasó nada.
Se cruzó de brazos
-Ya ves como no pasa nada?
Entonces se recargó de nuevo en la pared, se le zafó la mochila del brazo y le pegó a la mesa de la ofrenda.
Cuando la mesa se movió se voltearon las veladoras y en menos de diez segundos la ofrenda estaba convertida en una antorcha enorme...
"Por supuesto que moriremos quemados!"
Todos empezaron a gritar y a apretujarme contra la pared.
"Tal vez yo muera aplastada!"
Alguien vino con un extinguidor y apagaron el fuego.
Entonces nuestra simpatiquísima amiga cerró con broche de oro su actuación.
-Nadie murió y todos nos divertimos! Además la ofrenda estaba fea sin fuego...
Luego escapó... y se llevó los cerillos.
Nosotros nos quedamos traumados, sin ofrenda... y sin cerillos.
Y todo por que la ofrenda se veía triste.
Comentarios
Otra de tus divertidas historias del cch, caray de cuantas cosas me perdi eje